Año del Señor 968. Atraídos por las riquezas de los reinos cristianos de la península ibérica, una flota de terribles guerreros nórdicos amenaza la floreciente Compostela, baluarte dela Iglesiay la corona. A su paso solo queda desolación.
Y a medida que remontan los ríos con sus rápidos drekar, buscando su presa, tras ellos dejan aldeas devastadas y cenizas humeantes. Como Outeiro, el pequeño pueblo en el que vive Assur, un muchacho al que, después de la trágica muerte de sus padres, no le queda otra opción que refugiarse en la esperanza de reencontrar a sus hermanos, capturados por los terribles invasores.
Gutier de León, infanzón del conde Gonzalo Sánchez, se cruza en el camino del joven y lo acoge bajo su tutela. Así conoce a Jesse ben Benjamín, un bondadoso médico judío, y a Weland, un mercenario normando al servicio de los cristianos.
Junto a ellos, Assur aprende todo lo necesario para encarar su destino: adquiere conocimientos de la ciencia de su tiempo y se adentra en el arte de la guerra.
Alojamiento cerca de Richmond
Sólo Historia
lunes, 11 de junio de 2012
lunes, 21 de mayo de 2012
Los Samuráis de Wolfang Schwentker
Nos encontramos ante un libro, que por su pequeño tamaño, (el texto íntegro no llega a las 170 páginas), y por el tema que trata, ya indica unas posibles carencias.
Y así es. Pero de todos modos no lo linchemos tan rápido, ya que, en mi humilde opinión, tiene su punto bueno. Se ve enseguida que este libro es un «Breve historia…» camuflado; pero tiene la virtud de ir un poco mas allá, pues nos da una serie de datos e informaciones que tienen su peso y valía y que no se encuentran en un «Breve…». De hecho es netamente superior a su homónimo de la colección Nowtilus.
El autor, ya avisa en el prólogo de que su obra se sitúa «en el marco de los acontecimientos culturales, sociales y políticos acaecidos en Japón durante un periodo de más de mil años». En este contexto Schwentker, nos cuenta cosas muy interesantes, pero ello no evita que su obra sea incompleta. Incluso a pesar de su aviso en el prólogo, nos habla también de otros campos en los cuales se ve claramente que el título del libro le va demasiado grande.
Alojamiento cerca de Palacio de Kensington
Y así es. Pero de todos modos no lo linchemos tan rápido, ya que, en mi humilde opinión, tiene su punto bueno. Se ve enseguida que este libro es un «Breve historia…» camuflado; pero tiene la virtud de ir un poco mas allá, pues nos da una serie de datos e informaciones que tienen su peso y valía y que no se encuentran en un «Breve…». De hecho es netamente superior a su homónimo de la colección Nowtilus.
El autor, ya avisa en el prólogo de que su obra se sitúa «en el marco de los acontecimientos culturales, sociales y políticos acaecidos en Japón durante un periodo de más de mil años». En este contexto Schwentker, nos cuenta cosas muy interesantes, pero ello no evita que su obra sea incompleta. Incluso a pesar de su aviso en el prólogo, nos habla también de otros campos en los cuales se ve claramente que el título del libro le va demasiado grande.
Alojamiento cerca de Palacio de Kensington
viernes, 18 de mayo de 2012
El mito de Camerone de Joaquín Mañes Postigo
Toda unidad militar tiene sus ritos y tradiciones. Sus ceremonias cuasi fúnebres en las que el recuerdo de los caídos se honra y se evoca como ejemplo que guíe la actuación de los sucesores de aquellos héroes. Se establece un lazo emocional entre el pasado y el presente. Y en pocas unidades esta liturgia alcanza un significado tan hondo como en la Legión Extranjera Francesa, donde a la vez que se escuchan reverencialmente los hechos que condujeron al martirio se saca en procesión la reliquia sagrada: La mano de madera del capitán D´Anjou.
Y este libro, en 217 páginas, no solo está encargado de relatar el suceso. Igual de importante es situarlo en su dimensión mítica, tratar de transmitirnos su componente espiritual para los legionarios, su función angular en la construcción de una identidad colectiva para una unidad militar que destaca precisamente por la falta de esta entre sus hombres.
Alojamiento cerca de Heathrow
Y este libro, en 217 páginas, no solo está encargado de relatar el suceso. Igual de importante es situarlo en su dimensión mítica, tratar de transmitirnos su componente espiritual para los legionarios, su función angular en la construcción de una identidad colectiva para una unidad militar que destaca precisamente por la falta de esta entre sus hombres.
Alojamiento cerca de Heathrow
jueves, 17 de mayo de 2012
Mujeres tenían que ser de Felipe Pigna
"Hace más de dos siglos, Charles Fourier aseguraba que "los progresos sociales y cambios de época se operan en proporción al progreso de las mujeres hacia la libertad". La historia argentina, desde la conquista española hasta la actualidad, corrobora a diario la afirmación del socialista utópico francés.
Las mujeres representan hoy "la mitad más uno" de la sociedad argentina, pero han cargado y cargan con buena parte del peso de la historia del país. Como protagonistas en todos los aspectos construyeron su identidad a través del trabajo, la cultura, los debates, las luchas políticas y sociales, la vida familiar, barrial y colectiva. Un papel que, por lo general, suele negarse o limitarse a la mención de unas pocas figuras a la hora de escribir la historia, en la medida en que estas mujeres se hayan destacado en tareas, roles, profesiones u oficios definidos como "masculinos".
Esta nueva obra de Felipe Pigna recorre el protagonismo de las mujeres en la historia argentina, desde las pobladoras originarias y su resistencia a la conquista europea hasta quienes obtuvieron las primeras victorias en su larga lucha por la igualdad. Describe su vida cotidiana, las condiciones legales, sociales y culturales en que la llevaban adelante, y la participación femenina en los procesos históricos, políticos y económicos, siempre mucho más destacada de lo que en general se ha difundido. Este valioso libro ilumina a las mujeres que diariamente cargaban sobre sus espaldas el peso de la historia, las que rompían los moldes que se les pretendían imponer, lo que se dijo de ellas y lo que ellas dijeron de sí mismas y del país y del mundo que contribuyeron a construir."
Alojamiento cerca de Palacio de Clerkenwell
Las mujeres representan hoy "la mitad más uno" de la sociedad argentina, pero han cargado y cargan con buena parte del peso de la historia del país. Como protagonistas en todos los aspectos construyeron su identidad a través del trabajo, la cultura, los debates, las luchas políticas y sociales, la vida familiar, barrial y colectiva. Un papel que, por lo general, suele negarse o limitarse a la mención de unas pocas figuras a la hora de escribir la historia, en la medida en que estas mujeres se hayan destacado en tareas, roles, profesiones u oficios definidos como "masculinos".
Esta nueva obra de Felipe Pigna recorre el protagonismo de las mujeres en la historia argentina, desde las pobladoras originarias y su resistencia a la conquista europea hasta quienes obtuvieron las primeras victorias en su larga lucha por la igualdad. Describe su vida cotidiana, las condiciones legales, sociales y culturales en que la llevaban adelante, y la participación femenina en los procesos históricos, políticos y económicos, siempre mucho más destacada de lo que en general se ha difundido. Este valioso libro ilumina a las mujeres que diariamente cargaban sobre sus espaldas el peso de la historia, las que rompían los moldes que se les pretendían imponer, lo que se dijo de ellas y lo que ellas dijeron de sí mismas y del país y del mundo que contribuyeron a construir."
Alojamiento cerca de Palacio de Clerkenwell
miércoles, 16 de mayo de 2012
Norton I, Emperador de los Estados Unidos y Protector de México
Bien conocido es que, desde sus primeros días, los Estados Unidos de América huyeron de cualquier tipo de forma de gobierno relacionada con la monarquía, a pesar de que históricamente llegue a ser conocido su dominio como cercano al fenómeno imperial. Ahora bien, hubo alguien que se autoproclamó Emperador de los Estados Unidos y, sólo por ese sencillo ataque de lunática megalomanía, merece un pequeño hueco en cualquier recopilación de hechos curiosos y excentricidades.
Su Majestad el Emperador Norton I de los Estados Unidos de América y Protector de México, era un tipo de lo más curioso. Su nombre real, o al menos uno de los que utilizó, era Joshua Abraham Norton y, aparte de eso, poco se sabe acerca de sus orígenes. El Emperador, que vivía en San Francisco, había llegado a California como un aventurero más a mediados del siglo XIX, durante la fiebre del oro. Posiblemente nació en Inglaterra y, cuando falleció, en 1880, los cronistas calcularon que debía rondar entre los sesenta y cinco y los setenta años de edad.
De niño pasó un tiempo con su familia en Sudáfrica, donde su pades había emigrado hacia 1820. Sus parientes, próspera estirpe de comerciantes judíos, proporcionó como herencia a Norton una buena suma de dinero. Con los bolsillos llenos, decidió probar fortuna en América y, al principio, sus aventuras comerciales marcharon por buen camino. La avaricia hizo presa en sus deseos, especuló despiadadamente con el precio del arroz y terminó perdiendo casi todo su capital, hasta verse obligado a declarar la bancarrota de su sociedad tras perder diversos litigios presentados en su contra por sus socios.
Ahí está, posiblemente, el origen de su excentricidad. Alguien que había estado siempre en la cima, vivido de forma opulenta y acostumbrado a los tratos comerciales con diversos países, no podía quedarse quieto viendo cómo los días pasaban sin más. Por un tiempo desapareció, y nadie sabe a ciencia cierta dónde pudo vivir, hasta que reapareció repentinamente convertido en un extraño personaje. Envió cartas y artículos a diversos periódicos de San Francisco, quejándose del sistema de gobierno estadounidense, de su justicia y de los funcionarios del estado. Finalmente, presentó como la única solución a todos los males burocráticos del país una solución de lo más cómico. Proclamado a sí mismo como Emperador, llamó a representantes de todos los estados a reunirse en forma de nueva cámara de representantes en San Francisco. Sucedió en 17 de septiembre de 1859 y, al principio, tanto los periódicos como el público siguieron sus acciones con expectativa, como si se tratara de una obra de teatro. Norton I gritaba por doquier contra la corrupción, ordenaba movimientos de tropas y la abolición de las leyes anteriores así como la disolución del Congreso.
Se inició así uno de los “reinados” más surrealistas de cuantos haya habido nunca. Con el paso del tiempo Norton I estableció todo tipo de leyes para gobernar su imperio y planeó la construcción de grandes infraestructuras. Mandó la construcción de un puente colgante precisamente en el mismo lugar sobre el que muchos años más tarde se levantaría el Golden Gate, redactó edictos de todo tipo y, para colmo, se nombró Protector de México, porque en su opinión los gobernantes de ese país eran incapaces de hace prosperar a su pueblo.
No se sabe si Norton I se tomaba en serio a sí mismo, puesto que su influencia no pasaba de las risas que solía levantar a su alrededor, pero la función duró bastante. Su personaje imperial tenía espacio asegurado en la prensa, muchos curiosos visitaban su Corte, que no era más que un viejo edificio de apartamentos de alquiler. Vestido con sus ropajes imperiales, paseaba por San Francisco acompañado de sus dos perros, siendo saludado, o insultado, por quienes con él se cruzaban. Pero lo que comenzó como una protesta esperpéntica fue dando paso a un personaje típico de la ciudad. Como si se tratara de una atracción de feria, llegaban gentes desde muy lejos a conocer al gran Emperador, los restaurantes le ofrecían comidas gratuitas, sobre todo porque su presencia animaba el ambiente. Las críticas de Norton I fueron efectivas muchas veces, su ácido estilo a la hora de redactar sus artículos-leyes podían hacer daño a la credibilidad de personas o empresas, porque solía fijar el blanco de sus ataquen en problemas que acuciaban a los habitantes de San Francisco, quienes lo adoptaron como si fuera parte del paisaje urbano. Fueron muchos los incidentes que protagonizó, como el instituir un impuesto a los tenderos de San Francisco para mantener la Corte. Apenas se trataba de unos centavos y, muchos de ellos, pagaron gustosos, con tal de que el “circo” se mantuviera. En medio de las calles pronunciaba discursos, gritaba indignado contra de las penurias de los trabajadores, mientras sus medallas brillaban al sol. En cierta ocasión, habiéndose dañado su imperial atuendo y ante sus insistentes quejas, las autoridades municipales le obsequiaron con nuevas ropas.
Norton I se carteó con grandes personajes de su época, acudió a recepciones y fiestas y hasta logró acuñar ficticio papel moneda con su efigie, unos billetes que hoy se han convertido en carísimos objetos de coleccionismo. En medio de la Guerra Civil ordenó el alto al fuego y la reconciliación de las partes, claro que, como no podía ser de otro modo, ni Lincoln ni Jefferson Davis le hicieron caso alguno.
Tras más de dos décadas de mandato, el Emperador Norton I falleció durante una vehemente exposición de sus ideas ante un público expectante. La ciudad lo consideró una gran pérdida e incluso hoy es recordado, pues aunque lunáticos hay muchos, personajes tan originales son escasos. Ciertamente, causaba risa, pero sus discursos solían ir más allá de lo meramente circense. Hoy, una tumba recuerda el paso de Norton I por el mundo bajo un epitafio de lo más directo: Emperador de los Estados Unidos y Protector de México.
Su Majestad el Emperador Norton I de los Estados Unidos de América y Protector de México, era un tipo de lo más curioso. Su nombre real, o al menos uno de los que utilizó, era Joshua Abraham Norton y, aparte de eso, poco se sabe acerca de sus orígenes. El Emperador, que vivía en San Francisco, había llegado a California como un aventurero más a mediados del siglo XIX, durante la fiebre del oro. Posiblemente nació en Inglaterra y, cuando falleció, en 1880, los cronistas calcularon que debía rondar entre los sesenta y cinco y los setenta años de edad.
De niño pasó un tiempo con su familia en Sudáfrica, donde su pades había emigrado hacia 1820. Sus parientes, próspera estirpe de comerciantes judíos, proporcionó como herencia a Norton una buena suma de dinero. Con los bolsillos llenos, decidió probar fortuna en América y, al principio, sus aventuras comerciales marcharon por buen camino. La avaricia hizo presa en sus deseos, especuló despiadadamente con el precio del arroz y terminó perdiendo casi todo su capital, hasta verse obligado a declarar la bancarrota de su sociedad tras perder diversos litigios presentados en su contra por sus socios.
Ahí está, posiblemente, el origen de su excentricidad. Alguien que había estado siempre en la cima, vivido de forma opulenta y acostumbrado a los tratos comerciales con diversos países, no podía quedarse quieto viendo cómo los días pasaban sin más. Por un tiempo desapareció, y nadie sabe a ciencia cierta dónde pudo vivir, hasta que reapareció repentinamente convertido en un extraño personaje. Envió cartas y artículos a diversos periódicos de San Francisco, quejándose del sistema de gobierno estadounidense, de su justicia y de los funcionarios del estado. Finalmente, presentó como la única solución a todos los males burocráticos del país una solución de lo más cómico. Proclamado a sí mismo como Emperador, llamó a representantes de todos los estados a reunirse en forma de nueva cámara de representantes en San Francisco. Sucedió en 17 de septiembre de 1859 y, al principio, tanto los periódicos como el público siguieron sus acciones con expectativa, como si se tratara de una obra de teatro. Norton I gritaba por doquier contra la corrupción, ordenaba movimientos de tropas y la abolición de las leyes anteriores así como la disolución del Congreso.
Se inició así uno de los “reinados” más surrealistas de cuantos haya habido nunca. Con el paso del tiempo Norton I estableció todo tipo de leyes para gobernar su imperio y planeó la construcción de grandes infraestructuras. Mandó la construcción de un puente colgante precisamente en el mismo lugar sobre el que muchos años más tarde se levantaría el Golden Gate, redactó edictos de todo tipo y, para colmo, se nombró Protector de México, porque en su opinión los gobernantes de ese país eran incapaces de hace prosperar a su pueblo.
No se sabe si Norton I se tomaba en serio a sí mismo, puesto que su influencia no pasaba de las risas que solía levantar a su alrededor, pero la función duró bastante. Su personaje imperial tenía espacio asegurado en la prensa, muchos curiosos visitaban su Corte, que no era más que un viejo edificio de apartamentos de alquiler. Vestido con sus ropajes imperiales, paseaba por San Francisco acompañado de sus dos perros, siendo saludado, o insultado, por quienes con él se cruzaban. Pero lo que comenzó como una protesta esperpéntica fue dando paso a un personaje típico de la ciudad. Como si se tratara de una atracción de feria, llegaban gentes desde muy lejos a conocer al gran Emperador, los restaurantes le ofrecían comidas gratuitas, sobre todo porque su presencia animaba el ambiente. Las críticas de Norton I fueron efectivas muchas veces, su ácido estilo a la hora de redactar sus artículos-leyes podían hacer daño a la credibilidad de personas o empresas, porque solía fijar el blanco de sus ataquen en problemas que acuciaban a los habitantes de San Francisco, quienes lo adoptaron como si fuera parte del paisaje urbano. Fueron muchos los incidentes que protagonizó, como el instituir un impuesto a los tenderos de San Francisco para mantener la Corte. Apenas se trataba de unos centavos y, muchos de ellos, pagaron gustosos, con tal de que el “circo” se mantuviera. En medio de las calles pronunciaba discursos, gritaba indignado contra de las penurias de los trabajadores, mientras sus medallas brillaban al sol. En cierta ocasión, habiéndose dañado su imperial atuendo y ante sus insistentes quejas, las autoridades municipales le obsequiaron con nuevas ropas.
Norton I se carteó con grandes personajes de su época, acudió a recepciones y fiestas y hasta logró acuñar ficticio papel moneda con su efigie, unos billetes que hoy se han convertido en carísimos objetos de coleccionismo. En medio de la Guerra Civil ordenó el alto al fuego y la reconciliación de las partes, claro que, como no podía ser de otro modo, ni Lincoln ni Jefferson Davis le hicieron caso alguno.
Tras más de dos décadas de mandato, el Emperador Norton I falleció durante una vehemente exposición de sus ideas ante un público expectante. La ciudad lo consideró una gran pérdida e incluso hoy es recordado, pues aunque lunáticos hay muchos, personajes tan originales son escasos. Ciertamente, causaba risa, pero sus discursos solían ir más allá de lo meramente circense. Hoy, una tumba recuerda el paso de Norton I por el mundo bajo un epitafio de lo más directo: Emperador de los Estados Unidos y Protector de México.
Fuente:Tecnología Obsoleta
Más información:
Wikipedia – Joshua A. Norton.
Atlas Obscura – Emperor Norton’s Grave .
Encyclopedia of San Francisco – Emperor Norton.
Emperor Norton I, Emperor of the United States and Protector Of Mexico.
Alojamiento económico en Londres
Más información:
Wikipedia – Joshua A. Norton.
Atlas Obscura – Emperor Norton’s Grave .
Encyclopedia of San Francisco – Emperor Norton.
Emperor Norton I, Emperor of the United States and Protector Of Mexico.
martes, 15 de mayo de 2012
Breve Historia de la Corona de Aragón
Descubra las claves de la formación, expansión y decadencia de la Corona de Aragón alejada de reivindicaciones nacionales, discursos ideológicos o escritos tendenciosos, tratando lostemas polémicos pero siempre justificando los argumentos y citando todas las fuentes disponibles.Un riguroso y ameno estudio que nos adentra en la apasionante época de la creación de un gran imperio mediterráneo, sus dificultades para superar la crisis bajomedieval, la guerra civil catalana que asoló el territorio durante diez años o las causas de la unión dinástica con la Corona de Castilla, con protagonistas tan sonoros como Jaime I el Conquistador, Ramon Llull, Roger de Flor, Fernando II el Católico y tantos otros. Breve historia de la Corona de Aragón analiza polémicas todavía hoy abiertas, como el origen del escudo de las cuatro barras o la figura de Cristóbal Colón, que siguen siendo objeto de debate entre historiadores.
Oferta de hoteles Londres
Oferta de hoteles Londres
lunes, 14 de mayo de 2012
Iguazú de Fernando de Villena
Novela de aventuras de corte histórico, enlaza esta obra con la anterior del mismo autor: Relox de peregrinos, (1995), ya que el personaje central y narrador, Miguel, es hijo de Fernando de Vega y Tenorio, protagonista de la precedente. Continúa la casa natal en Almuñécar (Granada), donde nace Miguel a principios del siglo XVII. La acción, sin embargo, comienza al llegar el joven a los veinte años y su padre, ya en la cincuentena, viéndose envueltos en gravísimos y tristes sucesos que perturban totalmente la vida familiar. Un asesinato, la fuerte sospecha sobre una sirvienta de confuso origen, una desaparición… son los detonantes para el desarrollo de esta larga y complicada aventura que el joven Miguel vivirá junto a su padre y posteriormente en soledad, y que le convertirá en todo un hombre.
Pero no sólo enlazan las dos novelas por los personajes, sino que el estilo y el tono general de esta podría muy bien ser una continuación de la primera, si bien el exotismo de los escenarios americanos contrasta con el clasicismo de las ciudades que recorre el padre en su juventud, a lo largo de su periplo europeo. El estilo usado en ambas nos retrotrae al Siglo de Oro, no sólo por las citas de otros ilustres literatos, sino por el vocabulario, los giros, la inserción de poemas de la época, los temas tratados: lances amorosos y de honor, dobles identidades, aventuras galantes y algo de picaresca, sueños de grandeza y dura realidad cotidiana. A pesar de estar narrada igualmente en primera persona, la obra abunda en múltiples narraciones secundarias, al modo cervantino, como la anterior, a través de las que conocemos por diversas voces la historia del siglo, de las ciudades y parajes visitados, las leyendas sobre ellos, la ficción y la realidad. Tragicomedia, con breves y finos toques de humor y de amor que salpimentan ambas narraciones, en las que Fernando de Villena nos transporta a otra época con el simple pasar de las páginas, que mantienen el atractivo y el interés constante.
Padre e hijo, junto a dos criados, viajan en persecución de la presunta asesina hasta Sevilla, donde también han de esquivar peligros, y de allí embarcan, siguiendo la estela de la joven, cruzan la mar océana hasta Santa María del Buen Aire (Buenos Aires), se internan en la selva, atraviesan páramos y montañas, son atacados, han de evitar indios caníbales, traficantes de esclavos, tienen encuentros con los misioneros jesuitas que están desarrollando una experiencia especial con los musicales guaraníes, hasta llegar a las inmensas cataratas del Iguazú, que es donde se desvela el misterio ―o más bien una parte importante de él― de las identidades cruzadas. El retorno no deja de ser problemático, y las aventuras constantes, con un final algo teatral, donde se explican los motivos que dan origen a toda la historia.
Alojamiento cerca de Paseo de Gracia Barcelona
Pero no sólo enlazan las dos novelas por los personajes, sino que el estilo y el tono general de esta podría muy bien ser una continuación de la primera, si bien el exotismo de los escenarios americanos contrasta con el clasicismo de las ciudades que recorre el padre en su juventud, a lo largo de su periplo europeo. El estilo usado en ambas nos retrotrae al Siglo de Oro, no sólo por las citas de otros ilustres literatos, sino por el vocabulario, los giros, la inserción de poemas de la época, los temas tratados: lances amorosos y de honor, dobles identidades, aventuras galantes y algo de picaresca, sueños de grandeza y dura realidad cotidiana. A pesar de estar narrada igualmente en primera persona, la obra abunda en múltiples narraciones secundarias, al modo cervantino, como la anterior, a través de las que conocemos por diversas voces la historia del siglo, de las ciudades y parajes visitados, las leyendas sobre ellos, la ficción y la realidad. Tragicomedia, con breves y finos toques de humor y de amor que salpimentan ambas narraciones, en las que Fernando de Villena nos transporta a otra época con el simple pasar de las páginas, que mantienen el atractivo y el interés constante.
Padre e hijo, junto a dos criados, viajan en persecución de la presunta asesina hasta Sevilla, donde también han de esquivar peligros, y de allí embarcan, siguiendo la estela de la joven, cruzan la mar océana hasta Santa María del Buen Aire (Buenos Aires), se internan en la selva, atraviesan páramos y montañas, son atacados, han de evitar indios caníbales, traficantes de esclavos, tienen encuentros con los misioneros jesuitas que están desarrollando una experiencia especial con los musicales guaraníes, hasta llegar a las inmensas cataratas del Iguazú, que es donde se desvela el misterio ―o más bien una parte importante de él― de las identidades cruzadas. El retorno no deja de ser problemático, y las aventuras constantes, con un final algo teatral, donde se explican los motivos que dan origen a toda la historia.
Alojamiento cerca de Paseo de Gracia Barcelona
Suscribirse a:
Entradas (Atom)