lunes, 14 de mayo de 2012

Iguazú de Fernando de Villena

Novela de aventuras de corte histórico, enlaza esta obra con la anterior del mismo autor: Relox de peregrinos, (1995), ya que el personaje central y narrador, Miguel, es hijo de Fernando de Vega y Tenorio, protagonista de la precedente. Continúa la casa natal en Almuñécar (Granada), donde nace Miguel a principios del siglo XVII. La acción, sin embargo, comienza al llegar el joven a los veinte años y su padre, ya en la cincuentena, viéndose envueltos en gravísimos y tristes sucesos que perturban totalmente la vida familiar. Un asesinato, la fuerte sospecha sobre una sirvienta de confuso origen, una desaparición… son los detonantes para el desarrollo de esta larga y complicada aventura que el joven Miguel vivirá junto a su padre y posteriormente en soledad, y que le convertirá en todo un hombre.

Pero no sólo enlazan las dos novelas por los personajes, sino que el estilo y el tono general de esta podría muy bien ser una continuación de la primera, si bien el exotismo de los escenarios americanos contrasta con el clasicismo de las ciudades que recorre el padre en su juventud, a lo largo de su periplo europeo. El estilo usado en ambas nos retrotrae al Siglo de Oro, no sólo por las citas de otros ilustres literatos, sino por el vocabulario, los giros, la inserción de poemas de la época, los temas tratados: lances amorosos y de honor, dobles identidades, aventuras galantes y algo de picaresca, sueños de grandeza y dura realidad cotidiana. A pesar de estar narrada igualmente en primera persona, la obra abunda en múltiples narraciones secundarias, al modo cervantino, como la anterior, a través de las que conocemos por diversas voces la historia del siglo, de las ciudades y parajes visitados, las leyendas sobre ellos, la ficción y la realidad. Tragicomedia, con breves y finos toques de humor y de amor que salpimentan ambas narraciones, en las que Fernando de Villena nos transporta a otra época con el simple pasar de las páginas, que mantienen el atractivo y el interés constante.

Padre e hijo, junto a dos criados, viajan en persecución de la presunta asesina hasta Sevilla, donde también han de esquivar peligros, y de allí embarcan, siguiendo la estela de la joven, cruzan la mar océana hasta Santa María del Buen Aire (Buenos Aires), se internan en la selva, atraviesan páramos y montañas, son atacados, han de evitar indios caníbales, traficantes de esclavos, tienen encuentros con los misioneros jesuitas que están desarrollando una experiencia especial con los musicales guaraníes, hasta llegar a las inmensas cataratas del Iguazú, que es donde se desvela el misterio ―o más bien una parte importante de él― de las identidades cruzadas. El retorno no deja de ser problemático, y las aventuras constantes, con un final algo teatral, donde se explican los motivos que dan origen a toda la historia.


  Alojamiento cerca de Paseo de Gracia Barcelona

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